El gobierno ruso ha informado que desplegará en Bielorrusia 10 aviones
con capacidad de lanzar bombas nucleares, además de construir una
instalación para guardar este tipo de armamento
Con la aprobación de Turquía, el último país de la alianza que quedaba por aprobar la adhesión del país nórdico a la alianza, Finlandia se convierte oficialmente en un nuevo miembro de la OTAN. Antes de la guerra la adhesión de Finlandia o Suecia a la OTAN era un tema casi impensable y se ha dado por un solo motivo, la invasión de Ucrania por parte de Rusia, un éxito de Moscú sumar un país como Finlandia a la OTAN, un país con el que comparte 1.340km de frontera, casi lo mismo que lo que compartía con Ucrania antes de la guerra.
Xi Jinping dice que está preparando a China para la guerra
El
líder chino Xi Jinping dice que se está preparando para la guerra. En
la reunión anual del parlamento de China y su máximo órgano asesor
político en marzo, Xi entretejió el tema de la preparación para la
guerra a través de cuatro discursos separados, en un caso diciéndoles a
sus generales que “se atrevan a luchar”. Su gobierno también anunció un
aumento del 7,2 por ciento en el presupuesto de defensa de China, que
se ha duplicado en la última década, así como planes para hacer que el
país sea menos dependiente de las importaciones extranjeras de cereales.
Y en los últimos meses, Beijing ha presentado nuevas leyes de
preparación militar, nuevos refugios antiaéreos en ciudades del otro
lado del estrecho.
Yo creo que Suecia tiene una carta mas para jugar a su favor con Turquia: Ustedes vieron el prototipo del caza stealth que Turquia presento hace poco? pues bien, Saab aeronatics podria ayudar en el proyecto Turco si estos ceden para que Suecia pueda entrar en la Otan. Es solo una idea, que opinan los demas??
En la Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre
Financiación para el Desarrollo, el presidente de Brasil, Lula Da Silva,
decía que “No es por medios militares como detendremos el
terrorismo, ni el tráfico de drogas. Derrotaremos esto cuando
enfrentemos el problema esencial, que es la pobreza”.
La
opinión de Lula es un argumentario extendido cuando se intenta
profundizar en las raíces del surgimiento del terrorismo. El entonces
secretario de Estado de los Estados Unidos, Colin Powell, también
apuntaba en la misma línea de razonamiento: “El terrorismo realmente brota en donde hay pobreza, desesperación y desesperanza, donde la gente no ve un futuro”. Pero, ¿Hasta qué punto es esto verdad?
Colin Powell habla durante una comparecencia en el Capitolio. Créditos: AP
Pavón-Villamayor
y Velázquez Roa (2006) realizaron una revisión sistemática de la
principal evidencia sobre la materia al respecto. Ambos autores
sostienen que si la pobreza es uno de los catalizadores principales del
terrorismo, las sociedades más pobres serían aquellas que sufrirían en
mayor instancia la intensidad de las actividades terroristas.
Si
se toma como muestra dos países que presentan niveles de pobreza
similares como Senegal y Chad (Senegal línea de pobreza en 2,21 y Chad
en 2,24; datos homogeneizados al año 2011 en Paridad de Poder
Adquisitivo), los datos sobre actividad terrorista difieren
significativamente.
El Índice Global de Terrorismo 2020 muestra
que mientras Senegal ocupaba la posición 110, que representa un impacto
bajo, Chad ocupaba la posición 34, con un impacto medio-alto. Para
Villamayor y Velázquez Roa la primera razón que explica estos datos es
que el marco institucional de un país es especialmente relevante para
explicar el surgimiento del terrorismo. La segunda, sería considerar que
se ha partido de una premisa equivocada.
Fuente: Global Terrorism Index
Blomberg,
Hess y Weerapana proveen evidencia de que, entre 1968 y 1991, las
regiones más afectadas por la actividad terrorista fueron aquellas con
rentas más elevadas, es decir, Estados Unidos y Europa. Por lo tanto,
pese a que el Índice de Terrorismo 2020 muestre como en la actualidad la
lista está encabezada por países con baja renta per cápita como
Afganistán, Irak, Nigeria o Siria, la tendencia en el pasado evoca que
deben existir otros factores con un mayor peso relativo (Blomberg et
al., 2004).
Otro estudio pionero que trata de contrastar esta
hipótesis es el llevado a cabo por Krueger y Maleckova, donde refutan la
asociación directa entre situación económica y disposición a alinearse
en actividades terroristas en el marco del conflicto palestino-israelí.
El estudio emplea las encuestas de opinión pública con el objetivo de
obtener información indirecta sobre la predisposición de la población a
apoyar dichas actividades. Para ello, se recogen los datos de opinión
pública recogidos por el Centro Palestino de Investigación de Políticas y
Encuestas (PCPSR).
El PCPSR realizó una encuesta a 1.357
palestinos mayores de 18 años en Cisjordania y en la Franja de Gaza del
19 al 24 de diciembre de 2001. La encuesta, que se llevó a cabo mediante
entrevistas en persona, abarcó temas como la opinión sobre los
atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, el apoyo a un acuerdo
de paz Israel-palestino y la opinión sobre los ataques armados contra
Israel (Krueger y Maleckova, 2003; Pavón-Villamayor y Velázquez Roa,
2006).
Uno de los principales resultados de la encuesta es que los
desempleados palestinos eran más propensos a oponerse a la realización
de ataques contra bases militares y objetivos civiles israelís que el
resto de la sociedad. Una conclusión que parece desalinearse de la
hipótesis de que la pobreza resulta un catalizador del terrorismo, pues
uno esperaría que los desempleados fueran significativamente el grupo
que apoyase en mayor medida la realización de dichos actos (Krueger y
Maleckova, 2003; Pavón-Villamayor y Velázquez Roa, 2006).
Resultados de la encuesta a palestinos en Cisjordania y en la Franja de Gaza. Fuente: Krueger y Maleckova (2003)
El
estudio también proporciona información sobre las características de
los militantes del ala armada del grupo extremista libanés Hezbolá
(Al-Muqawama Al-Islamiya) con respecto a la población general. La tasa
de pobreza era del 28% entre los militantes de Hezbolá y del 33% para la
población, es decir, 5 puntos menos para los miembros del ala militar
de Hezbolá, aunque como bien apuntan los autores, la diferencia no es
estadísticamente significativa (Krueger y Maleckova, 2003).
Los
resultados muestran que los mártires que murieron en la actuación de
atentados terroristas entre 1982 y 1994 provenían de estratos sociales
cuya calidad de vida era superior a los niveles de pobreza. Las
estimaciones del estudio sugieren que la pobreza está inversamente
relacionada con la probabilidad de que alguien se convierta en
combatiente de Hezbolá (Krueger y Maleckova, 2003).
En esta misma
línea, Berrebi analizó el entorno de los atentados terroristas
palestinos en Israel y los territorios ocupados. Creó un conjunto de
microdatos a partir de las biografías de 285 shahids publicadas en las
revistas de Hamás, la Yihad Islámica Palestina y la Autoridad Nacional
Palestina entre 1987 y 2002. Las gráficas que se adjuntan a continuación
muestran sus principales conclusiones sobre los terroristas suicidas.
Los
individuos que llevaron a cabo ataques suicidas con bombas para estas
organizaciones tenían menos probabilidades de provenir de familias
empobrecidas y era mucho más probable que hubieran completado la escuela
secundaria y asistido a la universidad que la población palestina en
general (Berrebi, 2003). Estos resultados coinciden con las
observaciones de Nassra Hassan sobre los terroristas suicidas
palestinos: “Ninguno de ellos era inculto, desesperadamente pobre, de mente simple o deprimido. Muchos eran de clase media” (Nassra Hassan, 2001).
Características de los militantes de Hezbolá. Fuente: Krueger y Maleckova (2003)
Villamayor
y Velázquez Roa (2006) sostienen que el hecho de que el estrato
socioeconómico del que provienen en mayor medida los terroristas no sea
el más desfavorecido no implica que la correlación entre pobreza y
terrorismo sea prácticamente inexistente. Para ambos, la pobreza podría
representar una fuente indirecta de terrorismo, convirtiéndose en la
bandera de una causa política que justifique la realización de dichos
actos violentos.
Abadie (2004), por ejemplo, no encuentra una
asociación significativa entre el terrorismo y variables económicas como
la renta una vez que se tiene en cuenta el efecto de otras
características del país. Las estimaciones de su estudio sugieren que la
libertad política, no obstante, tiene un efecto no monótono sobre el
terrorismo; un resultado coherente con el aumento del terrorismo
observado en los países en transición de regímenes autoritarios a
democracias.
Angrist, que también analiza el conflicto
palestino-israelí, esboza un aspecto que puede ser clave. El autor
sostiene que uno de los factores más significativos en el estallido de
los enfrentamientos fue el deterioro de las condiciones de los estratos
sociales más educados. Tanto la tasa de desempleo como los salarios
reales descendieron para esta clase social. Por lo tanto, ya no sería el
deterioro de las condiciones económicas de los estratos sociales más
desfavorecidos un catalizador de la acción violenta, sino que se trata
del deterioro de las condiciones económicas de los grupos menos
desfavorecidos (Villamayor y Velázquez Roa, 2006; Angrist, 1995).
Cragin
y Chalk analizan el vínculo entre pobreza y terrorismo midiendo el
impacto de las políticas de desarrollo económico aplicadas por
diferentes gobiernos, con el objetivo de resolver conflictos internos,
sobre la frecuencia de actividades terroristas. La hipótesis que se
pretende contrastar es que, si la pobreza y el terrorismo tienen un
vínculo positivo, uno esperaría que la exitosa implementación de estos
programas reduciría efectivamente la frecuencia de atentados terroristas
(Cragin y Chalk, 2003).
Comparación del grado de pobreza de los terroristas suicidas y la población palestina. Fuente: Berrebi (2003)
Ambos
autores parten de la muestra de tres países, Israel, Filipinas y el
Reino Unido. Todos ellos promulgaron políticas de desarrollo social y
económico para inhibir el resurgimiento del terrorismo dentro de sus
fronteras.
En el caso particular de Irlanda del Norte, la
implementación de estos programas parece que tuvo un efecto inhibitorio
significativo en el resurgimiento del terrorismo, con niveles que no
alcanzaron los de los años 70 y 80. Apareció una clase media emergente y
una elite empresarial que se benefició directamente de los programas de
desarrollo en las ciudades de Irlanda del Norte desde los Acuerdos del
Viernes Santo. Esta nueva clase social desempeñó un papel importante en
la mediación del conflicto republicano-lealista, facilitando los
intercambios intercomunitarios.
No obstante, no parece que las
políticas de desarrollo terminaran con el terrorismo de raíz. Al menos
dos grupos no renunciaron en ese momento a la actividad terrorista: el
Ejército Republicano Irlandés Real (RIRA) y la Fuerza Voluntaria
Lealista (LVF), con ambos grupos conservando un nivel residual de apoyo
popular. Aunque estos programas parece que han tenido éxito en la
reducción de las disparidades económicas entre la comunidad protestante y
católica, han sido incapaces de ayudar a las comunidades marginadas
(Cragin y Chalk, 2003).
Una mujer palestina discute con un policía fronterizo israelí en Cisjordania. Créditos: Reuters
En
el caso de Filipinas, el principal objetivo de las políticas de
desarrollo social y económico consistía en abordar los agravios de las
comunidades musulmanas para reducir el potencial de la insurgencia en
Mindanao. Cragin y Chalk destacan la inefectividad de estos programas
como consecuencia de cuatro factores claves (Cragin y Chalk, 2003):
En
primer lugar, la mayoría de los proyectos a gran escala financiados por
Manila se determinaron sin evaluaciones exhaustivas de las necesidades
de la comunidad musulmana.
No se utilizaron eficazmente los fondos asignados y no se entregó lo prometido a las comunidades musulmanas de la región.
El gobierno central no estableció mecanismos adecuados para la rendición de cuentas y supervisión de los fondos de desarrollo.
La
ayuda al desarrollo proporcionada por los donantes internacionales no
parece haber tenido un impacto significativo en las comunidades
musulmanas.
Por todo ello, el impacto de los proyectos de
desarrollo social y económico en términos de desarrollo real en el sur
de Filipinas ha sido marginal. Según un congresista de la zona,
prácticamente no se produjo ningún progreso significativo entre 1996 y
2001 (Cragin y Chalk, 2003).
Por último, las políticas de
desarrollo implementadas por Israel tenían como objetivo declarado el
demostrar al pueblo palestino un interés real por la paz. No obstante,
tanto los palestinos como la comunidad internacional criticaron a la
Autoridad Palestina por la corrupción y la mala ejecución de estos
proyectos. Aunque tal y como apuntan los autores, la evidencia
disponible indica ciertos resultados positivos.
En 1999, la
prestación de servicios sociales, principalmente educación y salud,
había mejorado en muchas áreas. Los avances en estos y otros proyectos a
pequeña escala, como los servicios de agua y teléfono, indican que los
residentes palestinos experimentaron algunos beneficios económicos y
sociales tangibles de la paz entre 1993 y 2000 (Cragin y Chalk, 2003).
Como se ha visto, parece que la pobreza no tiene un peso
significativo cuando se incorporan otras variables al análisis. Krueger y
Maleckova encuentran que, a un nivel de ingresos determinados, los
países con mayores libertades civiles, definidas por la organización
Freedom House como “la libertad de desarrollar puntos de vista, instituciones y autonomía personal sin interferencia del Estado”, tienen menos probabilidades de ser objeto de terroristas internacionales (Krueger y Maleckova, 2003).
Abadie
muestra que el riesgo terrorista no es significativamente mayor para
los países más pobres, una vez que se tienen en cuenta los efectos de
otras características específicas de países, como el nivel de libertad
política. Los países con niveles intermedios de libertad política son
más propensos a sufrir el terrorismo que los países con altos niveles o
países con regímenes muy autoritarios. Como se ha evidenciado en Irak, y
anteriormente en España y Rusia, las transiciones de un régimen
autoritario a una democracia pueden ir acompañadas de un aumento
temporal del terrorismo (Abadie, 2006).
El estado de la libertad en el mundo en el año 2020. Fuente: Statista
Villamayor
y Velázquez Roa sostienen que los resultados de Abadie son
especialmente relevantes cuando se entiende el terrorismo como un
recurso violento de manifestación política. En sociedades con amplias
libertades civiles, el terrorismo como forma de manifestación política
se reduce a su mínima expresión, al existir alternativas de
manifestación y de participación institucional.
Aunque, tal y como
apuntan los autores, una sociedad abierta no implica inamoviblemente
que esté exenta de actividades terroristas, puesto que un grupo de
ideología extrema puede considerar “inadecuados” o “fraudulentos” los
mecanismos institucionales de participación. En contraste, en los
regímenes autoritarios, la propia naturaleza represiva del régimen
dificulta en gran medida la actuación de este tipo de actividades
violentas (Villamayor y Velázquez Roa, 2006).
Xi Jinping durante una conferencia del Partido Comunista Chino. Créditos: AP
Bernholz
incorpora al análisis la variable de valores supremos ideológicos como
causa del terrorismo. El autor entiende el valor supremo como un
objetivo o conjunto de objetivos preferidos a todos los demás. Los
recursos solo se gastan en estos objetivos secundarios si no son
necesarios para alcanzar los objetivos del Valor Supremo, es decir,
consiste en sacrificar todo y a todos si es necesario para alcanzarlo.
Los
valores supremos suelen ser ingredientes de una ideología que comprende
una visión global del mundo que pretender ser absolutamente verdadera.
Una ideología con valores supremos suele ser inventada o revivida por
individuos carismáticos capaces de ganar un amplio número de seguidores.
Estas
ideologías buscan apoderarse de las naciones existentes combinando el
poder secular y espiritual para convertir a tanta gente como sea
posible, ya sea por la persuasión o por la fuerza. En el caso de que la
organización ideológica aun no haya podido conseguir el poder secular, o
lo haya perdido, es muy probable que el movimiento recurra a la guerra
de guerrillas y al terrorismo para finalmente ganar o, por ende,
recuperar el poder secular contra las fuerzas del mal descritas como
tales por su ideología.
El
presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, pasa junto a un retrato de su
predecesor, Hugo Chávez, en el Palacio Federal Legislativo de Caracas el
14 de enero de 2019. Créditos: AFP
Tal y
como apunta el autor, la mayoría de las veces, las visiones
distorsionadas del mundo de los movimientos ideológicos pueden llevar a
una visión exagerada de sus capacidades para superar a las fuerzas
estatales, lo que aumenta la disposición a utilizar el terrorismo, y
conduce a una dura resistencia por parte de los verdaderos creyentes.
Bernholz
apunta que, en los últimos años, el dominio militar y económico de los
países desarrollados, especialmente Estados Unidos, refuerza la
tendencia de estos grupos a utilizar el terrorismo debido a la
imposibilidad de tener éxito en una guerra abierta con ellos (Bernholz,
2006).
Combatientes talibanes en Kabul. Créditos: EPA
Las
consecuencias políticas y económicas del terrorismo fundamentado en los
valores supremos se resumen en algunos puntos clave (Bernholz, 2006):
Los
verdaderos creyentes están dispuestos a sacrificar no sólo la vida de
los demás, sino también la suya propia, lo que hace extremadamente
difícil proteger objetos o personas contra sus ataques.
Los
creyentes son idealistas y no tienen mala conciencia al cometer actos
terroristas, lo que los hace más decididos a la hora de ejecutar sus
acciones.
Están seguros de que su buena causa acabará ganando,
ya que los valores supremos de la ideología son superiores a todo lo
demás y absolutamente verdaderos.
Los creyentes están
convencidos de que las supuestas "víctimas inocentes" son en realidad
paganos o herejes, por lo que no tienen ningún resentimiento en matarlos
o ejecutarlos.
El núcleo de los verdaderos creyentes, los
líderes intelectuales, proceden en su mayoría de familias de clase media
o adineradas. Han estudiado, conocen las formas de sus oponentes y los
medios económicos y técnicos para preparar eficazmente sus actos
terroristas, por lo que no es la pobreza lo que engendra las ideologías.
El
modo de vida de los no creyentes a menudo contradice las exigencias del
Islam. El materialismo de los países occidentales, la toma de
intereses, el comportamiento inmoral de las mujeres y el reconocimiento
de las prácticas homosexuales son aborrecibles para los musulmanes.
Bernholz
considera que Estados Unidos debería mitigar el resentimiento de estos
países con una política más cautelosa y moderada contra las
organizaciones y ciudadanos extranjeros, instruida por una mejor
comprensión de sus dificultades (Bernholz, 2006).
Comentarios
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Editado por la moderación
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Con la aprobación de Turquía, el último país de la alianza que quedaba por aprobar la adhesión del país nórdico a la alianza, Finlandia se convierte oficialmente en un nuevo miembro de la OTAN. Antes de la guerra la adhesión de Finlandia o Suecia a la OTAN era un tema casi impensable y se ha dado por un solo motivo, la invasión de Ucrania por parte de Rusia, un éxito de Moscú sumar un país como Finlandia a la OTAN, un país con el que comparte 1.340km de frontera, casi lo mismo que lo que compartía con Ucrania antes de la guerra.
https://www.youtube.com/post/UgkxY8mYYdaosGWaGSaeI0_CPj1AcVIFidwS
Irán y Arabia Saudita acuerdan restablecer relaciones diplomáticas tras siete años de hostilidad
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El líder chino Xi Jinping dice que se está preparando para la guerra. En la reunión anual del parlamento de China y su máximo órgano asesor político en marzo, Xi entretejió el tema de la preparación para la guerra a través de cuatro discursos separados, en un caso diciéndoles a sus generales que “se atrevan a luchar”. Su gobierno también anunció un aumento del 7,2 por ciento en el presupuesto de defensa de China, que se ha duplicado en la última década, así como planes para hacer que el país sea menos dependiente de las importaciones extranjeras de cereales. Y en los últimos meses, Beijing ha presentado nuevas leyes de preparación militar, nuevos refugios antiaéreos en ciudades del otro lado del estrecho.
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En la Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre Financiación para el Desarrollo, el presidente de Brasil, Lula Da Silva, decía que “No es por medios militares como detendremos el terrorismo, ni el tráfico de drogas. Derrotaremos esto cuando enfrentemos el problema esencial, que es la pobreza”.
La opinión de Lula es un argumentario extendido cuando se intenta profundizar en las raíces del surgimiento del terrorismo. El entonces secretario de Estado de los Estados Unidos, Colin Powell, también apuntaba en la misma línea de razonamiento: “El terrorismo realmente brota en donde hay pobreza, desesperación y desesperanza, donde la gente no ve un futuro”. Pero, ¿Hasta qué punto es esto verdad?
Pavón-Villamayor y Velázquez Roa (2006) realizaron una revisión sistemática de la principal evidencia sobre la materia al respecto. Ambos autores sostienen que si la pobreza es uno de los catalizadores principales del terrorismo, las sociedades más pobres serían aquellas que sufrirían en mayor instancia la intensidad de las actividades terroristas.
Si se toma como muestra dos países que presentan niveles de pobreza similares como Senegal y Chad (Senegal línea de pobreza en 2,21 y Chad en 2,24; datos homogeneizados al año 2011 en Paridad de Poder Adquisitivo), los datos sobre actividad terrorista difieren significativamente.
El Índice Global de Terrorismo 2020 muestra que mientras Senegal ocupaba la posición 110, que representa un impacto bajo, Chad ocupaba la posición 34, con un impacto medio-alto. Para Villamayor y Velázquez Roa la primera razón que explica estos datos es que el marco institucional de un país es especialmente relevante para explicar el surgimiento del terrorismo. La segunda, sería considerar que se ha partido de una premisa equivocada.
Blomberg, Hess y Weerapana proveen evidencia de que, entre 1968 y 1991, las regiones más afectadas por la actividad terrorista fueron aquellas con rentas más elevadas, es decir, Estados Unidos y Europa. Por lo tanto, pese a que el Índice de Terrorismo 2020 muestre como en la actualidad la lista está encabezada por países con baja renta per cápita como Afganistán, Irak, Nigeria o Siria, la tendencia en el pasado evoca que deben existir otros factores con un mayor peso relativo (Blomberg et al., 2004).
Otro estudio pionero que trata de contrastar esta hipótesis es el llevado a cabo por Krueger y Maleckova, donde refutan la asociación directa entre situación económica y disposición a alinearse en actividades terroristas en el marco del conflicto palestino-israelí. El estudio emplea las encuestas de opinión pública con el objetivo de obtener información indirecta sobre la predisposición de la población a apoyar dichas actividades. Para ello, se recogen los datos de opinión pública recogidos por el Centro Palestino de Investigación de Políticas y Encuestas (PCPSR).
El PCPSR realizó una encuesta a 1.357 palestinos mayores de 18 años en Cisjordania y en la Franja de Gaza del 19 al 24 de diciembre de 2001. La encuesta, que se llevó a cabo mediante entrevistas en persona, abarcó temas como la opinión sobre los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, el apoyo a un acuerdo de paz Israel-palestino y la opinión sobre los ataques armados contra Israel (Krueger y Maleckova, 2003; Pavón-Villamayor y Velázquez Roa, 2006).
Uno de los principales resultados de la encuesta es que los desempleados palestinos eran más propensos a oponerse a la realización de ataques contra bases militares y objetivos civiles israelís que el resto de la sociedad. Una conclusión que parece desalinearse de la hipótesis de que la pobreza resulta un catalizador del terrorismo, pues uno esperaría que los desempleados fueran significativamente el grupo que apoyase en mayor medida la realización de dichos actos (Krueger y Maleckova, 2003; Pavón-Villamayor y Velázquez Roa, 2006).
El estudio también proporciona información sobre las características de los militantes del ala armada del grupo extremista libanés Hezbolá (Al-Muqawama Al-Islamiya) con respecto a la población general. La tasa de pobreza era del 28% entre los militantes de Hezbolá y del 33% para la población, es decir, 5 puntos menos para los miembros del ala militar de Hezbolá, aunque como bien apuntan los autores, la diferencia no es estadísticamente significativa (Krueger y Maleckova, 2003).
Los resultados muestran que los mártires que murieron en la actuación de atentados terroristas entre 1982 y 1994 provenían de estratos sociales cuya calidad de vida era superior a los niveles de pobreza. Las estimaciones del estudio sugieren que la pobreza está inversamente relacionada con la probabilidad de que alguien se convierta en combatiente de Hezbolá (Krueger y Maleckova, 2003).
En esta misma línea, Berrebi analizó el entorno de los atentados terroristas palestinos en Israel y los territorios ocupados. Creó un conjunto de microdatos a partir de las biografías de 285 shahids publicadas en las revistas de Hamás, la Yihad Islámica Palestina y la Autoridad Nacional Palestina entre 1987 y 2002. Las gráficas que se adjuntan a continuación muestran sus principales conclusiones sobre los terroristas suicidas.
Los individuos que llevaron a cabo ataques suicidas con bombas para estas organizaciones tenían menos probabilidades de provenir de familias empobrecidas y era mucho más probable que hubieran completado la escuela secundaria y asistido a la universidad que la población palestina en general (Berrebi, 2003). Estos resultados coinciden con las observaciones de Nassra Hassan sobre los terroristas suicidas palestinos: “Ninguno de ellos era inculto, desesperadamente pobre, de mente simple o deprimido. Muchos eran de clase media” (Nassra Hassan, 2001).
Villamayor y Velázquez Roa (2006) sostienen que el hecho de que el estrato socioeconómico del que provienen en mayor medida los terroristas no sea el más desfavorecido no implica que la correlación entre pobreza y terrorismo sea prácticamente inexistente. Para ambos, la pobreza podría representar una fuente indirecta de terrorismo, convirtiéndose en la bandera de una causa política que justifique la realización de dichos actos violentos.
Abadie (2004), por ejemplo, no encuentra una asociación significativa entre el terrorismo y variables económicas como la renta una vez que se tiene en cuenta el efecto de otras características del país. Las estimaciones de su estudio sugieren que la libertad política, no obstante, tiene un efecto no monótono sobre el terrorismo; un resultado coherente con el aumento del terrorismo observado en los países en transición de regímenes autoritarios a democracias.
Angrist, que también analiza el conflicto palestino-israelí, esboza un aspecto que puede ser clave. El autor sostiene que uno de los factores más significativos en el estallido de los enfrentamientos fue el deterioro de las condiciones de los estratos sociales más educados. Tanto la tasa de desempleo como los salarios reales descendieron para esta clase social. Por lo tanto, ya no sería el deterioro de las condiciones económicas de los estratos sociales más desfavorecidos un catalizador de la acción violenta, sino que se trata del deterioro de las condiciones económicas de los grupos menos desfavorecidos (Villamayor y Velázquez Roa, 2006; Angrist, 1995).
Cragin y Chalk analizan el vínculo entre pobreza y terrorismo midiendo el impacto de las políticas de desarrollo económico aplicadas por diferentes gobiernos, con el objetivo de resolver conflictos internos, sobre la frecuencia de actividades terroristas. La hipótesis que se pretende contrastar es que, si la pobreza y el terrorismo tienen un vínculo positivo, uno esperaría que la exitosa implementación de estos programas reduciría efectivamente la frecuencia de atentados terroristas (Cragin y Chalk, 2003).
Ambos autores parten de la muestra de tres países, Israel, Filipinas y el Reino Unido. Todos ellos promulgaron políticas de desarrollo social y económico para inhibir el resurgimiento del terrorismo dentro de sus fronteras.
En el caso particular de Irlanda del Norte, la implementación de estos programas parece que tuvo un efecto inhibitorio significativo en el resurgimiento del terrorismo, con niveles que no alcanzaron los de los años 70 y 80. Apareció una clase media emergente y una elite empresarial que se benefició directamente de los programas de desarrollo en las ciudades de Irlanda del Norte desde los Acuerdos del Viernes Santo. Esta nueva clase social desempeñó un papel importante en la mediación del conflicto republicano-lealista, facilitando los intercambios intercomunitarios.
No obstante, no parece que las políticas de desarrollo terminaran con el terrorismo de raíz. Al menos dos grupos no renunciaron en ese momento a la actividad terrorista: el Ejército Republicano Irlandés Real (RIRA) y la Fuerza Voluntaria Lealista (LVF), con ambos grupos conservando un nivel residual de apoyo popular. Aunque estos programas parece que han tenido éxito en la reducción de las disparidades económicas entre la comunidad protestante y católica, han sido incapaces de ayudar a las comunidades marginadas (Cragin y Chalk, 2003).
En el caso de Filipinas, el principal objetivo de las políticas de desarrollo social y económico consistía en abordar los agravios de las comunidades musulmanas para reducir el potencial de la insurgencia en Mindanao. Cragin y Chalk destacan la inefectividad de estos programas como consecuencia de cuatro factores claves (Cragin y Chalk, 2003):
Por todo ello, el impacto de los proyectos de desarrollo social y económico en términos de desarrollo real en el sur de Filipinas ha sido marginal. Según un congresista de la zona, prácticamente no se produjo ningún progreso significativo entre 1996 y 2001 (Cragin y Chalk, 2003).
Por último, las políticas de desarrollo implementadas por Israel tenían como objetivo declarado el demostrar al pueblo palestino un interés real por la paz. No obstante, tanto los palestinos como la comunidad internacional criticaron a la Autoridad Palestina por la corrupción y la mala ejecución de estos proyectos. Aunque tal y como apuntan los autores, la evidencia disponible indica ciertos resultados positivos.
En 1999, la prestación de servicios sociales, principalmente educación y salud, había mejorado en muchas áreas. Los avances en estos y otros proyectos a pequeña escala, como los servicios de agua y teléfono, indican que los residentes palestinos experimentaron algunos beneficios económicos y sociales tangibles de la paz entre 1993 y 2000 (Cragin y Chalk, 2003).
Como se ha visto, parece que la pobreza no tiene un peso significativo cuando se incorporan otras variables al análisis. Krueger y Maleckova encuentran que, a un nivel de ingresos determinados, los países con mayores libertades civiles, definidas por la organización Freedom House como “la libertad de desarrollar puntos de vista, instituciones y autonomía personal sin interferencia del Estado”, tienen menos probabilidades de ser objeto de terroristas internacionales (Krueger y Maleckova, 2003).
Abadie muestra que el riesgo terrorista no es significativamente mayor para los países más pobres, una vez que se tienen en cuenta los efectos de otras características específicas de países, como el nivel de libertad política. Los países con niveles intermedios de libertad política son más propensos a sufrir el terrorismo que los países con altos niveles o países con regímenes muy autoritarios. Como se ha evidenciado en Irak, y anteriormente en España y Rusia, las transiciones de un régimen autoritario a una democracia pueden ir acompañadas de un aumento temporal del terrorismo (Abadie, 2006).
Villamayor y Velázquez Roa sostienen que los resultados de Abadie son especialmente relevantes cuando se entiende el terrorismo como un recurso violento de manifestación política. En sociedades con amplias libertades civiles, el terrorismo como forma de manifestación política se reduce a su mínima expresión, al existir alternativas de manifestación y de participación institucional.
Aunque, tal y como apuntan los autores, una sociedad abierta no implica inamoviblemente que esté exenta de actividades terroristas, puesto que un grupo de ideología extrema puede considerar “inadecuados” o “fraudulentos” los mecanismos institucionales de participación. En contraste, en los regímenes autoritarios, la propia naturaleza represiva del régimen dificulta en gran medida la actuación de este tipo de actividades violentas (Villamayor y Velázquez Roa, 2006).
Bernholz incorpora al análisis la variable de valores supremos ideológicos como causa del terrorismo. El autor entiende el valor supremo como un objetivo o conjunto de objetivos preferidos a todos los demás. Los recursos solo se gastan en estos objetivos secundarios si no son necesarios para alcanzar los objetivos del Valor Supremo, es decir, consiste en sacrificar todo y a todos si es necesario para alcanzarlo.
Los valores supremos suelen ser ingredientes de una ideología que comprende una visión global del mundo que pretender ser absolutamente verdadera. Una ideología con valores supremos suele ser inventada o revivida por individuos carismáticos capaces de ganar un amplio número de seguidores.
Estas ideologías buscan apoderarse de las naciones existentes combinando el poder secular y espiritual para convertir a tanta gente como sea posible, ya sea por la persuasión o por la fuerza. En el caso de que la organización ideológica aun no haya podido conseguir el poder secular, o lo haya perdido, es muy probable que el movimiento recurra a la guerra de guerrillas y al terrorismo para finalmente ganar o, por ende, recuperar el poder secular contra las fuerzas del mal descritas como tales por su ideología.
Tal y como apunta el autor, la mayoría de las veces, las visiones distorsionadas del mundo de los movimientos ideológicos pueden llevar a una visión exagerada de sus capacidades para superar a las fuerzas estatales, lo que aumenta la disposición a utilizar el terrorismo, y conduce a una dura resistencia por parte de los verdaderos creyentes.
Bernholz apunta que, en los últimos años, el dominio militar y económico de los países desarrollados, especialmente Estados Unidos, refuerza la tendencia de estos grupos a utilizar el terrorismo debido a la imposibilidad de tener éxito en una guerra abierta con ellos (Bernholz, 2006).
Las consecuencias políticas y económicas del terrorismo fundamentado en los valores supremos se resumen en algunos puntos clave (Bernholz, 2006):
Bernholz considera que Estados Unidos debería mitigar el resentimiento de estos países con una política más cautelosa y moderada contra las organizaciones y ciudadanos extranjeros, instruida por una mejor comprensión de sus dificultades (Bernholz, 2006).
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