Entregando la Placa de Principios y Valores del @COL_EJERCITO al Soldado Regular Samuel Flórez Ayala del Batallón de Infanteria No.9 Batalla de Boyacá, en la Base Militar de los Tanques en San Juan de #Pasto.
El jueves 2 de noviembre de 2017 un hecho extremadamente inusual ocurrió en las instalaciones del Batallón de Infantería Mecanizada n.o 6 Cartagena en Riohacha, La Guajira. El comandante, la asesora y el coordinador jurídico de esa unidad militar citaron a un grupo de 19 exsoldados profesionales, antiguos integrantes de un pelotón de contraguerrilla conocido como Atila 1, para una reunión sobre un episodio que esos hombres protagonizaron hace casi una década. “Lo que ocurrió con ustedes fue una de esas estupideces que pasaban en esa época en el Ejército, fue una decisión injusta que tomó el mando en su momento y se está revisando de manera imparcial”, les dijeron.
La razón tiene que ver con uno de los episodios más oscuros en la historia reciente del país: los llamadosfalsos positivos. Lo irónico en este caso es que esa reunión no tenía que ver con que ellos hubieran participado en esas ejecuciones extrajudiciales, sino todo lo contrario. Ellos salieron destituidos del Ejército por no cohonestar esas actividades criminales.
Este hecho poco común, ocurrido hace solo dos meses, era una especie de mea culpa del Ejército por un caso que se remonta a 2008. En esa época estaba en su punto más álgido la práctica de esas ejecuciones extrajudiciales que llegaron a cobrar más de 3.500 víctimas inocentes, presentadas por militares como guerrilleros dados de baja y por las cuales las autoridades detuvieron a más de 2.000 uniformados. Pero esa historia tenía una cara desconocida: justamente la de los hombres de Atila 1.
El 22 de abril de 2008, esa contraguerrilla recibió la orden de patrullar varias zonas de La Guajira y Cesar con el fin de ubicar a un grupo del frente Gustavo Palmezano del ELN, que había realizado extorsiones y tenía secuestrado desde hacía dos meses al periodista Mario Alfonso Puello y a dos funcionarios de la administración de Riohacha.
Después de varios días de recorrido, los hombres de Atila 1 ubicaron a una joven acompañada por dos indígenas que confesó ser integrante del ELN. Con la información que obtuvieron los uniformados se dirigieron hasta un campamento de ese grupo subversivo. A la distancia vieron a uno de los guerrilleros cargando leña, sin embargo, como estaba desarmado y vestido de civil obraron con cautela. “Lo fácil habría sido dispararle y matarlo, pero estaba desarmado”, contó a SEMANA uno de estos exmilitares. La zona, que estaba minada, los obligaba, además, a aproximarse al campamento con la precaución del caso.
Los diez guerrilleros que estaban en el lugar detectaron a las tropas. Tras un prolongado intercambio de disparos, los elenos escaparon con uno de sus hombres heridos. “Aunque no pudimos capturarlos a todos en ese momento, era un buen resultado. Estábamos contentos porque la información en los computadores que capturamos era importante y ese campamento era clave para ellos. Como los dejamos sin armas ni comida, como a los tres días algunos de ellos terminaron entregándose y meses después, gracias a la información que encontramos en el campamento, cayó abatido el cabecilla, alias Omar”, afirma otro de los exmilitares que estuvieron en el lugar.
Cuando regresaron al batallón en Riohacha, los esperaba el comandante de esa unidad, un teniente coronel. “Pensamos que nos iban a felicitar o algo así. Pero no. Nos reunieron en la plaza de armas, nos quitaron el armamento, los equipos de campaña y nos desnudaron. Cuando entró mi coronel, nos empezó a putear y a vaciar y nos dijo que no servíamos para nada, que si no entendíamos que a él de nada le servía la guerrillera viva y que lo que importaba eran las bajas nada más, porque él iba a jugar para ascender a coronel y lo medían por eso. Nos dijo que nos iba a hacer echar a todos”, contó un tercer exintegrante de Atila 1, quien tiene en su hoja de vida la medalla Almirante Padilla otorgada por la Gobernación de La Guajira por sus buenos resultados operacionales, así como varias felicitaciones de sus superiores.
Los tuvieron durante una semana en una barraca. Después los sacaron a prestar seguridad en la Sierra Nevada donde capturaron a varios paramilitares. Sin embargo, un mes después de la operación contra el ELN, les notificaron que estaban fuera del Ejército. De ellos, 19 fueron destituidos fulminantemente. Otros 8 pidieron la baja al cabo de pocos días, desmoralizados por lo ocurrido con sus compañeros.
El Batallón Cartagena, el Mecanizado Rondón en Fonseca, La Guajira, y La Popa en Valledupar fueron tres de las unidades militares más salpicadas en casos de falsos positivos. Sin embargo, aunque Atila 1 pertenecía a la primera, no hay registro de que haya estado involucrada en esas ejecuciones.
La mayoría de ellos llevaban varios años como soldados profesionales y sus hojas de vida ostentan muchas condecoraciones y medallas. Nadie les dio una explicación sobre por qué los expulsaban. Extraoficialmente, les dijeron que había sido por “cobardía” y por “negarse a combatir”, lo cual no era cierto. SEMANA conoció las declaraciones de dos sargentos primeros en las que manifestaron que los soldados cumplieron a cabalidad su misión.
Esa fue solo una de las irregularidades. En un documento interno del batallón al que tuvo acceso SEMANA, se menciona incluso que el cruce de disparos duró más de 2 horas y participaron directamente 12 soldados. Sin embargo, estos y otros 7 que hacían parte de Atila 1, pero nunca estuvieron en el sitio, fueron despedidos con el mismo argumento de “negarse a combatir”. En forma irregular jamás se les abrió investigación por ese hecho, considerado delito de cobardía por la justicia penal militar.
Los falsos positivos en un país con justicia hace rato que hubiesen metido preso a Uribe y a sus ministros de defensa y comandantes de la época, pero no, ahí están haciendo política incluso con paracos montados en las tarimas con ellos; Uribe no fue nuestro Chávez, pero si fue nuestro Pinochet. Yo también conozco algunos casos, uno es de un ex-teniente coronel que no ascendió por no hacer esas porquerías y otro de un ex-soldado profesional que una vez se confesó haber participado en esas ejecuciones por temor ya que al soldado que no hiciera eso lo "legalizaban".
Triste, es una mancha negra en la historia del ejercito.
Muchos oficiales por conseguir mejores puestos hicieron lo indebido por entregar resultados operacionales, con los resultados por muchos conocidos.
Conozco varios oficiales y suboficiales destituidos y/o condenados por casos muy parecidos.
Sin contar que se cag.... en la imagen del presidente. Aún hoy la gente utiliza eso para desprestigiarlo, cuando fue una mala estrategia institucional.
Nuestros #HéroesMultimisión#BatallónEspecial8 haciendo presencia institucional en la vereda Las Camelias del municipio de Remedios Antioquia para llevar tranquilidad a sus habitantes
En #Bogotá los jóvenes motivados madrugaron a la gran cita para pertenecer al primer contingente de 2018. #ÚneteAlEquipoDeLosHéroes hasta el próximo 17 de febrero. #FeEnLaCausa
urante décadas muchas personas perdieron su vida por la fuerte guerra que día a día enfrenta el país contra el narcotráfico, las guerrillas y la delincuencia común. Esto hizo que muchas personas, generalmente los hombres,le tomaran un poco de miedo al Ejército Nacional, tratando de evadir su situación militar para no vivir lo que muchos vivieron en las selvas de Colombia.
Mientras unos evaden, otras personas están ansiosas de formar parte de las filas del Ejército, como es el caso de Eleany Hoyos, Cabo Primero de la Séptima División del Ejército Nacional en Medellín, que dialogó con kienyke.com y relució el amor y todo lo que le tocó pasar para llegar a ocupar el puesto que hoy la hace feliz.
Hoyos, de 34 años, aseguró que su deseo de ingresar a las fuerzas militares nació exactamente hace dos décadas, cuando apenas tenía 14 años y aún estaba en el colegio. Veía con orgullo como algunos hombres daban la vida por la bandera que representaban y se motivaba cada vez más.
Fue tanta su admiración y amor por el Ejército, que a pesar de las críticas de su madre sobre ese sueño,comenzó a hacer parte de las llamadas Chicas de Acero, que posteriormente pasó a llamarse Grupo Especial de Operaciones Psicológicas- GEOS, con el que cada fin de semana iba al batallón Pedro Justo Berrío, en Medellín, a prestar labor social a los combatientes y a la población civil. En este sitio comenzó a recibir los primeros entrenamientos para formar parte del Ejército.
A sus 17 años, Hoyos ya iba a las zonas más vulnerables ante la delincuencia de la ciudad para darles sonrisas y amor a los niños más marginados con la ayuda del Ejército. Recorrió también municipios como Frontino, Dabeiba y Caicedo, que fueron atacados fuertemente por las FARC en ese entonces. En el año 2000, sin importarle la situación que en ese momento se vivía, dice: “yo era feliz visitando a los niños, regalándoles sonrisas y acompañando a mi Ejército a esos lugares donde me sentía segura con ellos”.
Era tanta la satisfacción y amor que sentía que no le importaba hacer parte del grupo GEOS y estar a la vez estudiando producción de televisión, trabajando medio tiempo en la Universidad de Antioquia- U. de A.-, y siendo asesora comercial. Allí descubrió que era una persona capaz de enfocarse en varias cosas y que estaba dándolo todo para cumplir su sueño: Ser parte del Ejército Nacional.
Un día, ella decidió presentarse a la Cuarta Zona de Reclutamiento para aspirar a ser parte de la institución, y para eso debía tener un título universitario, por lo cual continuó batallando su tecnología para terminarla pronto. Lo que ella no se esperaba era que el día que recibió su diploma,también recibió la llamada que la invitó a cumplir su sueño. Fue aceptada para iniciar su aventura en el Ejército.
Con más dudas que alegría, la familia dejó que ella siguiera sus aspiraciones y al día siguiente de la llamada renunció en sus dos empleos, donde le hicieron una despedida y una de sus jefes le dijo una frase que según ella, la marcó para siempre “muy pocas personas pueden cumplir y tú vas a hacerlo”. Para Eleany, su sueño se había convertido en realidad.
Cuando le llegó el día, agarró sus cosas y partió vía terrestre hasta la base militar en Tolemaida, ubicada en Tolima. Narró que no supo cómo pero allá llegó, al que quizá es el punto más caliente del país.
Contó con orgullo que hizo parte del grupo de mujeres que ingresaron justo en el marco de la famosa “Operación Jaque”, el mayor logro militar en toda la historia donde se permitió el rescate de Ingrid Betancourt.
La mala alimentación, sumadas a las pocas horas de sueño y al ejercicio desmedido, hicieron que Hoyos bajara cerca de 10 kilos en seis meses que duró su entrenamiento en la Escuela Militar de Suboficiales, Sargento Inocencio Chincá.
Pasó ese tiempo y recibió su ascenso, para convertirse en Cabo Tercero y así se fue a amar al Ejército a Bogotá durante los siguientes ocho años.
Desde Bogotá comenzó a dirigir varios programas y magazines del Ejército, pero sin duda alguna, afirmó que fue desde allí donde conoció verdaderamente a la institución. Al ser Bogotá el centro de todo tenía que ir a Caquetá, La Guajira y a un sinfín de lugares donde conoció cómo vivían realmente los militares.
Desde la capital del país vivió muchas aventuras, experiencias y trabajos,pero a su vida le faltaba algo. Amar al Ejército ya no era lo único que ella quería, buscó otro motivo para generar amor y lo encontró.
De amar al Ejército a formar su familia
Estando en Bogotá quedó en embarazo de su hijo, que al día de hoy lo tiene en clases de natación y formándolo con base en la disciplina que ella, aseguró, aprendió en las fuerzas militares.
Su hijo le demostró que a pesar de cargar un fusil o de estar en un escritorio, nunca perdió la delicadeza, la vanidad y la feminidad, como muchos piensan. Además, añadió que “todos creen que el Ejército es una tiranía, pero no es así”. Desde el momento en que quedó en embarazo la institución la apoyó y la trasladó a Medellín para volver a sus raíces, donde está su familia y donde verá crecer a su pequeño.
Al día de hoy, entre lágrimas dice que no sabe qué hacer cuándo se retire del Ejército.Manifestó que sí su hijo decide amar la institución como ella lo hizo lo apoyará rotundamente, pero si él decide por el contrario ser doctor, ingeniero, abogado, o lo que sea, ella también estará muy orgullosa de él.
Todos los días ella se sienta en su oficina, que pertenece al área de comunicaciones estratégicas, y desde allí se desempeña como periodista digital, con militares que llevan más tiempo que ella, pero que comparten los mismo en común… Ninguno se cansa de amar al Ejército Nacional y están dispuestos a dar sus vidas por sus uniformes.
Comentarios
la mascarilla es de algun tipo de filtro para particulas ..?
Es una balaclava común, parecidas es esa las venddn en Mercardo Libre...
Pero es para evitar el polvo, para nada más.
http://www.semana.com/nacion/articulo/soldados-que-se-negaron-a-cometer-un-falso-positivo/554942
El jueves 2 de noviembre de 2017 un hecho extremadamente inusual ocurrió en las instalaciones del Batallón de Infantería Mecanizada n.o 6 Cartagena en Riohacha, La Guajira. El comandante, la asesora y el coordinador jurídico de esa unidad militar citaron a un grupo de 19 exsoldados profesionales, antiguos integrantes de un pelotón de contraguerrilla conocido como Atila 1, para una reunión sobre un episodio que esos hombres protagonizaron hace casi una década. “Lo que ocurrió con ustedes fue una de esas estupideces que pasaban en esa época en el Ejército, fue una decisión injusta que tomó el mando en su momento y se está revisando de manera imparcial”, les dijeron.
La razón tiene que ver con uno de los episodios más oscuros en la historia reciente del país: los llamadosfalsos positivos. Lo irónico en este caso es que esa reunión no tenía que ver con que ellos hubieran participado en esas ejecuciones extrajudiciales, sino todo lo contrario. Ellos salieron destituidos del Ejército por no cohonestar esas actividades criminales.
Este hecho poco común, ocurrido hace solo dos meses, era una especie de mea culpa del Ejército por un caso que se remonta a 2008. En esa época estaba en su punto más álgido la práctica de esas ejecuciones extrajudiciales que llegaron a cobrar más de 3.500 víctimas inocentes, presentadas por militares como guerrilleros dados de baja y por las cuales las autoridades detuvieron a más de 2.000 uniformados. Pero esa historia tenía una cara desconocida: justamente la de los hombres de Atila 1.
El 22 de abril de 2008, esa contraguerrilla recibió la orden de patrullar varias zonas de La Guajira y Cesar con el fin de ubicar a un grupo del frente Gustavo Palmezano del ELN, que había realizado extorsiones y tenía secuestrado desde hacía dos meses al periodista Mario Alfonso Puello y a dos funcionarios de la administración de Riohacha.
Después de varios días de recorrido, los hombres de Atila 1 ubicaron a una joven acompañada por dos indígenas que confesó ser integrante del ELN. Con la información que obtuvieron los uniformados se dirigieron hasta un campamento de ese grupo subversivo. A la distancia vieron a uno de los guerrilleros cargando leña, sin embargo, como estaba desarmado y vestido de civil obraron con cautela. “Lo fácil habría sido dispararle y matarlo, pero estaba desarmado”, contó a SEMANA uno de estos exmilitares. La zona, que estaba minada, los obligaba, además, a aproximarse al campamento con la precaución del caso.
Los diez guerrilleros que estaban en el lugar detectaron a las tropas. Tras un prolongado intercambio de disparos, los elenos escaparon con uno de sus hombres heridos. “Aunque no pudimos capturarlos a todos en ese momento, era un buen resultado. Estábamos contentos porque la información en los computadores que capturamos era importante y ese campamento era clave para ellos. Como los dejamos sin armas ni comida, como a los tres días algunos de ellos terminaron entregándose y meses después, gracias a la información que encontramos en el campamento, cayó abatido el cabecilla, alias Omar”, afirma otro de los exmilitares que estuvieron en el lugar.
Cuando regresaron al batallón en Riohacha, los esperaba el comandante de esa unidad, un teniente coronel. “Pensamos que nos iban a felicitar o algo así. Pero no. Nos reunieron en la plaza de armas, nos quitaron el armamento, los equipos de campaña y nos desnudaron. Cuando entró mi coronel, nos empezó a putear y a vaciar y nos dijo que no servíamos para nada, que si no entendíamos que a él de nada le servía la guerrillera viva y que lo que importaba eran las bajas nada más, porque él iba a jugar para ascender a coronel y lo medían por eso. Nos dijo que nos iba a hacer echar a todos”, contó un tercer exintegrante de Atila 1, quien tiene en su hoja de vida la medalla Almirante Padilla otorgada por la Gobernación de La Guajira por sus buenos resultados operacionales, así como varias felicitaciones de sus superiores.
Los tuvieron durante una semana en una barraca. Después los sacaron a prestar seguridad en la Sierra Nevada donde capturaron a varios paramilitares. Sin embargo, un mes después de la operación contra el ELN, les notificaron que estaban fuera del Ejército. De ellos, 19 fueron destituidos fulminantemente. Otros 8 pidieron la baja al cabo de pocos días, desmoralizados por lo ocurrido con sus compañeros.
El Batallón Cartagena, el Mecanizado Rondón en Fonseca, La Guajira, y La Popa en Valledupar fueron tres de las unidades militares más salpicadas en casos de falsos positivos. Sin embargo, aunque Atila 1 pertenecía a la primera, no hay registro de que haya estado involucrada en esas ejecuciones.
La mayoría de ellos llevaban varios años como soldados profesionales y sus hojas de vida ostentan muchas condecoraciones y medallas. Nadie les dio una explicación sobre por qué los expulsaban. Extraoficialmente, les dijeron que había sido por “cobardía” y por “negarse a combatir”, lo cual no era cierto. SEMANA conoció las declaraciones de dos sargentos primeros en las que manifestaron que los soldados cumplieron a cabalidad su misión.
Esa fue solo una de las irregularidades. En un documento interno del batallón al que tuvo acceso SEMANA, se menciona incluso que el cruce de disparos duró más de 2 horas y participaron directamente 12 soldados. Sin embargo, estos y otros 7 que hacían parte de Atila 1, pero nunca estuvieron en el sitio, fueron despedidos con el mismo argumento de “negarse a combatir”. En forma irregular jamás se les abrió investigación por ese hecho, considerado delito de cobardía por la justicia penal militar.
Resto de la historia en el link
Muchos oficiales por conseguir mejores puestos hicieron lo indebido por entregar resultados operacionales, con los resultados por muchos conocidos.
Conozco varios oficiales y suboficiales destituidos y/o condenados por casos muy parecidos.
En #Bogotá los jóvenes motivados madrugaron a la gran cita para pertenecer al primer contingente de 2018. #ÚneteAlEquipoDeLosHéroes hasta el próximo 17 de febrero. #FeEnLaCausa
“Amar al Ejército es más que un sueño cumplido”
urante décadas muchas personas perdieron su vida por la fuerte guerra que día a día enfrenta el país contra el narcotráfico, las guerrillas y la delincuencia común. Esto hizo que muchas personas, generalmente los hombres,le tomaran un poco de miedo al Ejército Nacional, tratando de evadir su situación militar para no vivir lo que muchos vivieron en las selvas de Colombia.
Mientras unos evaden, otras personas están ansiosas de formar parte de las filas del Ejército, como es el caso de Eleany Hoyos, Cabo Primero de la Séptima División del Ejército Nacional en Medellín, que dialogó con kienyke.com y relució el amor y todo lo que le tocó pasar para llegar a ocupar el puesto que hoy la hace feliz.
Hoyos, de 34 años, aseguró que su deseo de ingresar a las fuerzas militares nació exactamente hace dos décadas, cuando apenas tenía 14 años y aún estaba en el colegio. Veía con orgullo como algunos hombres daban la vida por la bandera que representaban y se motivaba cada vez más.
Fue tanta su admiración y amor por el Ejército, que a pesar de las críticas de su madre sobre ese sueño,comenzó a hacer parte de las llamadas Chicas de Acero, que posteriormente pasó a llamarse Grupo Especial de Operaciones Psicológicas- GEOS, con el que cada fin de semana iba al batallón Pedro Justo Berrío, en Medellín, a prestar labor social a los combatientes y a la población civil. En este sitio comenzó a recibir los primeros entrenamientos para formar parte del Ejército.
A sus 17 años, Hoyos ya iba a las zonas más vulnerables ante la delincuencia de la ciudad para darles sonrisas y amor a los niños más marginados con la ayuda del Ejército. Recorrió también municipios como Frontino, Dabeiba y Caicedo, que fueron atacados fuertemente por las FARC en ese entonces. En el año 2000, sin importarle la situación que en ese momento se vivía, dice: “yo era feliz visitando a los niños, regalándoles sonrisas y acompañando a mi Ejército a esos lugares donde me sentía segura con ellos”.
Era tanta la satisfacción y amor que sentía que no le importaba hacer parte del grupo GEOS y estar a la vez estudiando producción de televisión, trabajando medio tiempo en la Universidad de Antioquia- U. de A.-, y siendo asesora comercial. Allí descubrió que era una persona capaz de enfocarse en varias cosas y que estaba dándolo todo para cumplir su sueño: Ser parte del Ejército Nacional.
Un día, ella decidió presentarse a la Cuarta Zona de Reclutamiento para aspirar a ser parte de la institución, y para eso debía tener un título universitario, por lo cual continuó batallando su tecnología para terminarla pronto. Lo que ella no se esperaba era que el día que recibió su diploma,también recibió la llamada que la invitó a cumplir su sueño. Fue aceptada para iniciar su aventura en el Ejército.
Con más dudas que alegría, la familia dejó que ella siguiera sus aspiraciones y al día siguiente de la llamada renunció en sus dos empleos, donde le hicieron una despedida y una de sus jefes le dijo una frase que según ella, la marcó para siempre “muy pocas personas pueden cumplir y tú vas a hacerlo”. Para Eleany, su sueño se había convertido en realidad.
Cuando le llegó el día, agarró sus cosas y partió vía terrestre hasta la base militar en Tolemaida, ubicada en Tolima. Narró que no supo cómo pero allá llegó, al que quizá es el punto más caliente del país.
Contó con orgullo que hizo parte del grupo de mujeres que ingresaron justo en el marco de la famosa “Operación Jaque”, el mayor logro militar en toda la historia donde se permitió el rescate de Ingrid Betancourt.
La mala alimentación, sumadas a las pocas horas de sueño y al ejercicio desmedido, hicieron que Hoyos bajara cerca de 10 kilos en seis meses que duró su entrenamiento en la Escuela Militar de Suboficiales, Sargento Inocencio Chincá.
Pasó ese tiempo y recibió su ascenso, para convertirse en Cabo Tercero y así se fue a amar al Ejército a Bogotá durante los siguientes ocho años.
Desde Bogotá comenzó a dirigir varios programas y magazines del Ejército, pero sin duda alguna, afirmó que fue desde allí donde conoció verdaderamente a la institución. Al ser Bogotá el centro de todo tenía que ir a Caquetá, La Guajira y a un sinfín de lugares donde conoció cómo vivían realmente los militares.
Desde la capital del país vivió muchas aventuras, experiencias y trabajos,pero a su vida le faltaba algo. Amar al Ejército ya no era lo único que ella quería, buscó otro motivo para generar amor y lo encontró.
De amar al Ejército a formar su familia
Estando en Bogotá quedó en embarazo de su hijo, que al día de hoy lo tiene en clases de natación y formándolo con base en la disciplina que ella, aseguró, aprendió en las fuerzas militares.
Su hijo le demostró que a pesar de cargar un fusil o de estar en un escritorio, nunca perdió la delicadeza, la vanidad y la feminidad, como muchos piensan. Además, añadió que “todos creen que el Ejército es una tiranía, pero no es así”. Desde el momento en que quedó en embarazo la institución la apoyó y la trasladó a Medellín para volver a sus raíces, donde está su familia y donde verá crecer a su pequeño.
Al día de hoy, entre lágrimas dice que no sabe qué hacer cuándo se retire del Ejército.Manifestó que sí su hijo decide amar la institución como ella lo hizo lo apoyará rotundamente, pero si él decide por el contrario ser doctor, ingeniero, abogado, o lo que sea, ella también estará muy orgullosa de él.
Todos los días ella se sienta en su oficina, que pertenece al área de comunicaciones estratégicas, y desde allí se desempeña como periodista digital, con militares que llevan más tiempo que ella, pero que comparten los mismo en común… Ninguno se cansa de amar al Ejército Nacional y están dispuestos a dar sus vidas por sus uniformes.
Howdy, Stranger!
RegistrarseIt looks like you've been lurking for a while.
If you register, we will remember what you have read and notify you about new comments. You will also be able to participate in discussions.
So if you'd like to get involved, register for an account, it'll only take you a minute!