Que va, a mi me parece que cuando estén por allá en el décimo mes les van a dar la noticia de que se quedan otros dos meses, y hasta mas porque la ley dice que puede ser mas de ser necesario...
“Soy un enfermo mental que quedó sirviendo para nada”
El soldado Ciro Bonilla se enloqueció con la toma de Miraflores por las FARC y los años enjaulado en la selva. Después de 15 años recibirá una indemnización
El Consejo de Estado condenó a la nación por la cruenta toma de la base militar de Miraflores, en el Guaviare, perpetrada por las Farc en 1998, en la que 140 soldados y policías fueron secuestrados y sometidos a un cruel cautiverio en jaulas en medio de la selva, bajo las órdenes del Mono Jojoy. De acuerdo al fallo del Consejo, los sobrevivientes tendrán que ser indemnizados como una forma de reparación frente a los tratos crueles e inhumanos a los que fueron sometidos. Este es el desgarrador testimonio del soldado Ciro Bonilla Gómez, quien sobrevivió a la toma y a 34 meses de secuestro, pero perdió la razón y vive perseguido por las pesadillas y el delirio del que no ha podido liberarse, sin tener un solo día de paz.
No ha sido fácil. La vida que me ha tocado vivir desde que las Farc me liberaron, el 17 de junio de 2001 en La Macarena, no se parece en nada a esa con la que soñaba enjaulado como un animal en sus campamentos en la selva. Sumo el tiempo y me doy cuenta de que, de mis cuatro años de libertad, dos se me han ido en el pabellón de psiquiatría del Hospital Militar, en la Clínica La Paz, encerrado, con una camisa de fuerza, amarrado de pies y manos a una camilla de seguridad o tirado en el piso, babeando por esas drogas (Aloperidol y Clonacepan), que no le dejan a uno fuerzas ni para respirar. El primer ataque me dio al año de estar en Bogotá, algo me pasaba en la cabeza, que no era lo mismo tener pesadillas que ***** a golpes y luego no acordarse de nada. Y eso fue precisamente lo que hice, y bien despierto: ataqué sin compasión al supervisor de la empresa en la que trabajaba, creía que era un guerrillero. El médico me explicó que haber estado en una toma guerrillera y en un secuestro me había ocasionado algo que él llamaba, y no se me olvida, un estrés postraumático severo. Entendí menos. Ahora, después de mucho tratamiento, pastillas, encierro, depresión y de otros ataques, sé que estoy enfermo de esquizofrenia paranoide severa. ‘Sicótico’, dice mi historia clínica. Soy un paciente psiquiátrico severo y por eso no puedo trabajar como un tipo normal de veintiocho años, ni seguir de soldado como quería.
Yo quería seguir combatiendo, pero el médico que me examinó después de la entrega me miró por todos lados, me puso a caminar, me bombardeó de preguntas, me puso a recordar, a contar, y yo a veces me callaba y otras veces lloraba. Fueron cuatro meses en los que en cada cita el médico me preguntaba qué sentía: que si ansioso, que si nervioso, que en qué soñaba. Pesadillas repetidas de la toma, de la selva, enjaulado, cuando yo lo que quería era seguir combatiendo. Entonces dijo que no, que nada de volver al Ejército, que nada de prestar vigilancia ni portar armas. Que me olvidara de periódicos, de noticieros y del Ejército, que tratara de estar tranquilo en mi casa. Como si eso se pudiera. Y aquí estoy, llevado. Me resigné. Al principio creí que no era grave, que con el tiempo iba a curarme. Pero qué va, el tiempo pasa y yo sigo golpeando gente. En la calle, si alguien se me acerca mucho, le mando el puño, convencido de que es un guerrillero. Por eso camino a metros de los demás, para no sentirme atacado. Para defenderme.
– ¿De quién? –Silencio.
–De ellos, supongo
– ¿Y quiénes son ellos? –Silencio.
– No sé, pero me quieren hacer daño.
La gente me mira. Me agito, me pesa la respiración, me sudan las manos y el corazón me late muy rápido. Reacciono.
Una mecha de tejo suena a lo lejos. En mi barrio, en Bosa, hay muchas canchas de ese juego y cada vez que oigo la mecha creo que es un cilindro bomba. O una mina y me tiro al suelo. La gente me mira aterrada. Me levanto. Me limpio el pantalón y sigo mi camino sin decir nada. Llego a mi casa a tomar las pastillas, a mirarme en el espejo. No quiero parecerme al Ciro que secuestró la guerrilla, el Ciro soldado. Ahora soy Ciro con el pelo y la barba larga, dicen que me parezco a Jesucristo. Antes era Ciro calvo, y en seis meses seré otro Ciro, así me la paso, cambiándome la pinta porque no quiero que lleguen por mí y me lleven a la selva otra vez.
Esto lo debe leer completo todo Colombiano, es larguito.
“Me niego a arrodillarme”: coronel Hernán Mejía
Testimonio desesperado de un alto militar quien desde la cárcel acusa movidas turbias que comprometen a Santos y Sergio Jaramillo a quienes califica de traidores
Al Coronel Hernán Mejía, no le dieron permiso de salir de su prisión militar para presentar en la Feria del libro su testimonio: Me niego a arrodillarme, con prólogo de Plinio Apuleyo Mendoza y editado por Oveja Negra. Allí comenzó la polémica que llevó a que el libro se agotara en su primera edición.
El coronel del Ejército, condenado a 19 años de cárcel por ejecuciones extrajudiciales (falsos positivos) y nexos con los paramilitares cuando estaba al frente del batallón La Popa, en Valledupar, en 2007 no pudo darle la cara a sus lectores que lo esperaban, así que no tuvo más opción que grabar en prisión un corto video que se proyectó en el evento.
Son muchos los que piensan, con el Presidente Uribe a la cabeza y Plinio Apuleyo, que detrás de esta condena hubo una injusticia, tesis que defiende el autor quien describe complicadas situaciones dentro del alto militar con las que logra conmover y sembrar inquietudes y dudas.
El libro tiene la forma de una carta testimonial en el que el coronel se dirige a su padre –quien también fue militar– para narrarle que nunca deshonró al Ejército y que su penosa historia (“De héroe a villano”) es realmente una tragedia de vida en la que él es la víctima de dos poderosos personajes “Judas” de la vida nacional: el hoy presidente Juan Manuel Santos, y su mano derecha en el Ministerio de Defensa, Sergio Jaramillo, hoy alto Comisionado de Paz.
Este es el capítulo XI del libro, en el que Mejía narra sus encuentros y desencuentros con Santos y Jaramillo en 2007, cuando su vida de destacado militar tocó fin y pasó a ser un presidiario condenado por decenas de crímenes:
Hasta hace poco era Agrupacion, Muy bien, es una excelente herramienta de OE.Una observación, esta en Apiay pero no es organico de la 7a Brigada, pertenece al CCOES.
LtColSolo dijo: Ese si es un camuflado efectivo ( insisto ) los mismos colores del entorno, mejor imposible Que hacen las AFEAU en el monte ? Photo oportunity?
Se ven junglas haciendo operativos en las calles...
Yo creo que pese a que todos tienen una misión, de ser necesario tienen que hacer lo que les toque. Aunque en este caso se nota que es tramadera para la foto :v
Comentarios
Bueneo Telémaco incorporse, no lo piense tanto ...supongo que es bachiller no?
Es un chiste, no se moleste.
11 meses?, pero si son 12 :v
Cada año que pasa ya es menos tiempo en el Servicio...
Que va, a mi me parece que cuando estén por allá en el décimo mes les van a dar la noticia de que se quedan otros dos meses, y hasta mas porque la ley dice que puede ser mas de ser necesario...
jajajajajaen esas me encontre con dos caras conocidas.
La lista de elementos de servicios generales y papelería...
“Soy un enfermo mental que quedó sirviendo para nada”
El soldado Ciro Bonilla se enloqueció con la toma de Miraflores por las FARC y los años enjaulado en la selva. Después de 15 años recibirá una indemnización
El Consejo de Estado condenó a la nación por la cruenta toma de la base militar de Miraflores, en el Guaviare, perpetrada por las Farc en 1998, en la que 140 soldados y policías fueron secuestrados y sometidos a un cruel cautiverio en jaulas en medio de la selva, bajo las órdenes del Mono Jojoy. De acuerdo al fallo del Consejo, los sobrevivientes tendrán que ser indemnizados como una forma de reparación frente a los tratos crueles e inhumanos a los que fueron sometidos. Este es el desgarrador testimonio del soldado Ciro Bonilla Gómez, quien sobrevivió a la toma y a 34 meses de secuestro, pero perdió la razón y vive perseguido por las pesadillas y el delirio del que no ha podido liberarse, sin tener un solo día de paz.
No ha sido fácil. La vida que me ha tocado vivir desde que las Farc me liberaron, el 17 de junio de 2001 en La Macarena, no se parece en nada a esa con la que soñaba enjaulado como un animal en sus campamentos en la selva. Sumo el tiempo y me doy cuenta de que, de mis cuatro años de libertad, dos se me han ido en el pabellón de psiquiatría del Hospital Militar, en la Clínica La Paz, encerrado, con una camisa de fuerza, amarrado de pies y manos a una camilla de seguridad o tirado en el piso, babeando por esas drogas (Aloperidol y Clonacepan), que no le dejan a uno fuerzas ni para respirar. El primer ataque me dio al año de estar en Bogotá, algo me pasaba en la cabeza, que no era lo mismo tener pesadillas que ***** a golpes y luego no acordarse de nada. Y eso fue precisamente lo que hice, y bien despierto: ataqué sin compasión al supervisor de la empresa en la que trabajaba, creía que era un guerrillero. El médico me explicó que haber estado en una toma guerrillera y en un secuestro me había ocasionado algo que él llamaba, y no se me olvida, un estrés postraumático severo. Entendí menos. Ahora, después de mucho tratamiento, pastillas, encierro, depresión y de otros ataques, sé que estoy enfermo de esquizofrenia paranoide severa. ‘Sicótico’, dice mi historia clínica. Soy un paciente psiquiátrico severo y por eso no puedo trabajar como un tipo normal de veintiocho años, ni seguir de soldado como quería.
Yo quería seguir combatiendo, pero el médico que me examinó después de la entrega me miró por todos lados, me puso a caminar, me bombardeó de preguntas, me puso a recordar, a contar, y yo a veces me callaba y otras veces lloraba. Fueron cuatro meses en los que en cada cita el médico me preguntaba qué sentía: que si ansioso, que si nervioso, que en qué soñaba. Pesadillas repetidas de la toma, de la selva, enjaulado, cuando yo lo que quería era seguir combatiendo. Entonces dijo que no, que nada de volver al Ejército, que nada de prestar vigilancia ni portar armas. Que me olvidara de periódicos, de noticieros y del Ejército, que tratara de estar tranquilo en mi casa. Como si eso se pudiera. Y aquí estoy, llevado. Me resigné. Al principio creí que no era grave, que con el tiempo iba a curarme. Pero qué va, el tiempo pasa y yo sigo golpeando gente. En la calle, si alguien se me acerca mucho, le mando el puño, convencido de que es un guerrillero. Por eso camino a metros de los demás, para no sentirme atacado. Para defenderme.
– ¿De quién? –Silencio.
–De ellos, supongo
– ¿Y quiénes son ellos? –Silencio.
– No sé, pero me quieren hacer daño.
La gente me mira. Me agito, me pesa la respiración, me sudan las manos y el corazón me late muy rápido. Reacciono.
Una mecha de tejo suena a lo lejos. En mi barrio, en Bosa, hay muchas canchas de ese juego y cada vez que oigo la mecha creo que es un cilindro bomba. O una mina y me tiro al suelo. La gente me mira aterrada. Me levanto. Me limpio el pantalón y sigo mi camino sin decir nada. Llego a mi casa a tomar las pastillas, a mirarme en el espejo. No quiero parecerme al Ciro que secuestró la guerrilla, el Ciro soldado. Ahora soy Ciro con el pelo y la barba larga, dicen que me parezco a Jesucristo. Antes era Ciro calvo, y en seis meses seré otro Ciro, así me la paso, cambiándome la pinta porque no quiero que lleguen por mí y me lleven a la selva otra vez.
Texto completo:http://www.las2orillas.co/soy-un-enfermo-mental-que-quedo-sirviendo-para-nada/
Esto lo debe leer completo todo Colombiano, es larguito.
“Me niego a arrodillarme”: coronel Hernán Mejía
Testimonio desesperado de un alto militar quien desde la cárcel acusa movidas turbias que comprometen a Santos y Sergio Jaramillo a quienes califica de traidores
Al Coronel Hernán Mejía, no le dieron permiso de salir de su prisión militar para presentar en la Feria del libro su testimonio: Me niego a arrodillarme, con prólogo de Plinio Apuleyo Mendoza y editado por Oveja Negra. Allí comenzó la polémica que llevó a que el libro se agotara en su primera edición.
El coronel del Ejército, condenado a 19 años de cárcel por ejecuciones extrajudiciales (falsos positivos) y nexos con los paramilitares cuando estaba al frente del batallón La Popa, en Valledupar, en 2007 no pudo darle la cara a sus lectores que lo esperaban, así que no tuvo más opción que grabar en prisión un corto video que se proyectó en el evento.
Son muchos los que piensan, con el Presidente Uribe a la cabeza y Plinio Apuleyo, que detrás de esta condena hubo una injusticia, tesis que defiende el autor quien describe complicadas situaciones dentro del alto militar con las que logra conmover y sembrar inquietudes y dudas.
El libro tiene la forma de una carta testimonial en el que el coronel se dirige a su padre –quien también fue militar– para narrarle que nunca deshonró al Ejército y que su penosa historia (“De héroe a villano”) es realmente una tragedia de vida en la que él es la víctima de dos poderosos personajes “Judas” de la vida nacional: el hoy presidente Juan Manuel Santos, y su mano derecha en el Ministerio de Defensa, Sergio Jaramillo, hoy alto Comisionado de Paz.
Este es el capítulo XI del libro, en el que Mejía narra sus encuentros y desencuentros con Santos y Jaramillo en 2007, cuando su vida de destacado militar tocó fin y pasó a ser un presidiario condenado por decenas de crímenes:
LA GRAN TRAICIÓN. ¿QUIÉN ES EL ENEMIGO
DE LOS SOLDADOS?
Nunca sabréis quienes son vuestros
Amigos hasta que caigáis en
la desgracia.
Napoleón
Texto completo:http://www.las2orillas.co/me-niego-a-arrodillarme-coronel-hernan-mejia/
que terrible y al que le toca indennizar es al estado cogetela
Buena foto. Valga la oportunidad para resaltar el buen diseño del camo del Ejercito. En el verde y paja del paramo también mimetiza.
Batallón de lanceros de la Séptima Brigada
https://www.youtube.com/watch?v=34EBKbHw-jo
Hasta hace poco era Agrupacion, Muy bien, es una excelente herramienta de OE.Una observación, esta en Apiay pero no es organico de la 7a Brigada, pertenece al CCOES.
AFEAU, notese el parche con los escudos del Ejército, Armada, Fuerza Aérea y Policía.
Ese si es un camuflado efectivo ( insisto ) los mismos colores del entorno, mejor imposible Que hacen las AFEAU en el monte ? Photo oportunity?
Se ven junglas haciendo operativos en las calles...
Yo creo que pese a que todos tienen una misión, de ser necesario tienen que hacer lo que les toque. Aunque en este caso se nota que es tramadera para la foto :v
Howdy, Stranger!
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